Etimológicamente “testículo oculto”, la criptorquidia se define como la ausencia de al menos uno de los testículos en el escroto.
Diagnóstico.
La forma más práctica de diagnosticar una criptorquidia es mediante la exploración del médico, aunque en ocasiones es difícil determinar exactamente dónde se localizan los testículos.
Los testículos que no han descendido bien pueden palparse en un 80% de ocasiones: tienen un mal descenso, o bien son ectópicos (localizados fuera de su lugar) o retráctiles (significa que tienen tendencia a subir por el canal inguinal). Pero en el 20% de estos pacientes los testículos no se localizan de forma manual y pueden ser intraabdominales o estar ausentes.
Así, en ocasiones hay que realizar alguna prueba complementaria como una ecografía abdominal, una tomografía o resonancia para localizar el testículo. En los casos más complicados se puede recurrir a la cirugía exploratoria (para explorar la cavidad abdominal y llegar a localizar el testículo), habitualmente realizada en los primeros dos años de vida del niño.
Tratamiento.
Habitualmente, el tratamiento se comienza a plantear si el testículo no desciende de forma natural durante el primer año de vida. Con el adecuado tratamiento se prevendrán total o parcialmente las complicaciones que se han detallado previamente.
Existe un tratamiento hormonal que favorece o propicia el descenso y se puede realizar como primera opción terapéutica, aunque su uso está limitado por los efectos secundarios. La cirugía, llamada orquiopexia (fijación testicular), se suele realizar a edades muy tempranas (antes de los 2 años) y es un tratamiento definitivo, aunque en raras ocasiones el cirujano pueda encontrar dificultades propias de toda una estructura que no se ha formado bien (vasos sanguíneos, epidídimo…).
La cirugía precoz ha demostrado favorecer un crecimiento testicular más normal, una fertilidad conservada y un menor riesgo de cáncer de testículo.
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